Sweet Madness

Mis palabras serán leídas por quienes menos podrán entenderlas...

martes, 23 de febrero de 2010

Una tontería hecha realidad



-¡Me gustas!- ¿quién diría que las burlas de mis amigas terminarían siendo verdad?

-Aiko...- ¿quién diría que a eso que yo llamaba “tontería” se volvería mi realidad?

-Ya lo sé, ya lo sé. Tú no sientes lo mismo, por eso te hice prometer que seríamos siempre amigos. Pero quería decirlo, quería decirlo aunque fuese una vez.-

-Aiko... Yo... Me has impactado...-

-Ya veo...- bajó su mirada, con sus mejillas tintadas de carmesí; no sabía cómo sentirse, si feliz, o triste. Guardaron silencio unos minutos que a Aiko se le hacían una tortura fulminante.

-Bueno... No sé, ¿quieres ir a comprar un helado?- ella rápidamente levantó la mirada sorprendida. No la estaba rechazando, ni ignorando, seguía siendo el mismo Miroku que conoció hace tiempo. Esbozó una gran sonrisa y tomó su brazo arrastrándolo a la heladería.

-¡Vamos por helado!- gritó Aiko en media plaza. Miroku pisó fuerte para detener a Aiko. -¿Qué pasa?- preguntó ella, mientras él respiraba agitadamente tratando de recobrar el aire.

-¡Vas... muy... rápido! Relájate, que ya vamos a llegar...- decía Miroku entrecortadamente con la mano en el pecho y la otra apoyada en sus rodillas.

-Oh... Lo siento.- pidió ella con preocupación. -¿Ya estás mejor?- preguntó luego de unos segundos.

-Sí, vamos, ya queda poco.- dijo él levantándose. –Esto del asma es un asco, ojala no te llegue a dar nunca.- decía Miroku.

-Pues dudo que me dé, pero debe ser bien feo.- decía Aiko caminando a su lado.

-Sí lo es, es horrible cuando vas caminando y sientes que te falta el aire de repente, aparte de que en el colegio me trataban como si fuese de porcelana, o no se acercaban a mí.- narraba Miroku con cierto deje de tristeza.

-Que tontería, ¿por qué no se acercaban a ti?- preguntaba aiko con curiosidad.

-Pues porque temían que me fuese a dar un ataque de asma y no pudiesen hacer nada, me tenían en la enfermería todo el día, sólo estábamos yo y mi Game Boy.- ella río para animar un poco la cosa. –Pero ahora te tengo a ti. ¡Mira! Ya llegamos, ¿de qué quieres el helado?-

-¡De choco...!-

-No digas, ya sé, ve y busca una mesa.- Aiko hizo caso un tanto atolondrada, aunque lo haya dicho sin importancia, él dijo que la tenía a ella, y sabía que no mentía, Miroku no era la persona más sociable ni la más habladora, pero era simpático y sincero, y eso bastó para despertar cierto sentimiento en el corazón de la hiperactiva Aiko.

Aún recuerda con claridad cuando lo conoció, estaba sentado leyendo un comic absorto del mundo, reacomodando sus gafas y pasando página por página. Algo en ella nació, el deseo de acercarse a ese chico, pero no sabía cómo.

-Aiko, tu helado, tenlo.-

-¡Ah! Lo siento, estaba recordando cosas...- decía la chica de cabello castaño apenada.

-¿Ah sí? ¿Cómo qué?- preguntó Miroku en un estado calmado mientras reacomodaba sus gafas.

-Como cuando te conocí...- Aiko se llevó una mano a la boca para no reír, en verdad le daba gracia la forma en que se conocieron, no, daba mucha gracia la forma en que ella llamó la atención de Miroku.

-Joo... Ni me lo recuerdes que te tiraría el helado encima. Aún no puedo creer que casi me acusan de robo por tu culpa.- el pelinegro miraba escéptico a Aiko quien tenía ganas de echar tremenda carcajada. Y de repente estalló, y con ella, Miroku se echó a reír. Pasaban un cálido momento juntos, y eso a Aiko le llenaba de confianza, ¿imaginar que él la seguiría tratando como antes? No ganó, pero tampoco perdió al confesarse.

-Oye Aiko, hay algo que quiero preguntarte...- decía Miroku calmadamente mientras probaba su helado; a Aiko le empezó a latir fuertemente el corazón. –Era con respecto a eso que sientes hacía... mí.- el pelinegro metía otra cucharada en su boca, mientras Aiko empezaba a sentirse algo fatigada, típicos síntomas en ella cuando estaba nerviosa.

-Pues... suéltalo.- dijo ella probando algo de su helado a ver si se calmaba, efecto que no logró conseguir.

-¿Desde cuándo te gusto?- preguntó mirándola a los ojos fijamente, haciendo que Aiko dejase de pensar, ¿era su imaginación o los ojos de Miroku se veían... llenos de dulzura?

-Desde... desde que...- Aiko jugaba con sus manos debajo de la mesa mientras bajaba la mirada.

-Está bien, está bien. Ya veré como sacarte luego la información.- soltó Miroku para luego estirarse en la silla y cruzar sus manos detrás de su cuello. Aiko le miraba, sin duda Miroku era una de las personas más peculiares que ha conocido. –Pero dime sólo una cosa... ¿por qué yo?- preguntó sin quitar la vista del cielo.

-Porque... tú... eres así, y así me gustas.- decía Aiko, ahora que Miroku sabía de sus sentimientos, sentía que se le había evaporado un peso de encima, pero aún no se acostumbraba a hablar de una forma tan natural.

-Esa es la respuesta que menos esperé de ti, pero no es mala.- Aiko miraba indignada a su acompañante.

-¿Más o menos a qué te referías con eso?- miraba acusadoramente a Miroku levantándose de la silla.

-Jeje, a nada, a nada. ¿Quieres ir a la playa? El día de hoy está bien bonito y el atardecer de seguro se lucirá, ¿qué me dices?- Aiko asintió gustosa a tal indicación. –Pero primero, terminemos los helados... o las malteadas.- con tanto parloteo los chicos no se dieron cuenta de que el helado se había derretido.

Rápidamente tomaban lo que quedaba y pagaron los helados para emprender el camino hacia la playa. Ya se notaba cierto color crema en el cielo y una deliciosa brisa pasaba para el disfrute de las personas. Aiko miraba disimuladamente a Miroku, él estaba sereno mirando al frente caminando como si nada le preocupase, ella no sabía si decir algo o sólo quedarse callada, pero disfrutaba de estar a su lado, podían reír y de repente callar sin sentir la necesidad de decir algo, era algo que le encantaba de él, siempre tenían de qué hablar, y era típico que él dijese algo que a ella le apenase y recibiera un golpe de su parte, mientras que en su corazón deseaba que eso pasara con él y sólo con él.

Sin querer un tierno sonrojo se hizo dueño de sus mejillas, Miroku notó eso y sonrió, tomando cálidamente la mano de Aiko, enrollando sus dedos con los de ella, mientras le miraba sorprendida su amiga.

-Mi...Miroku- tartamudeaba ella dichosa.

-Sé que te gusta, y no me lo niegues. Vamos que falta poco.- Miroku apretó aún más la mano de Aiko sintiendo la calidez de sus dedos.

-Creído...- susurró ella, a pesar de estar encantada con lo que el chico había hecho.

Faltaba poco para llegar, sólo debían atravesar un sendero y listo. Cada paso que daban, aumentaba los latidos del corazón de Aiko, y varias preguntas invadían su mente.

¿Qué estás pensando Miroku? Bajó la mirada sin saber qué pensar.

-Ya llegamos, y justo a tiempo...- decía Miroku soltándose del agarre de Aiko, pero ella no lo soltaba. –Aiko, necesito mi mano...- decía él un tanto nerviosito.

-No...- dijo muy autoritaria la castaña. –Deja, que esa mano es mía.- dijo muy orgullosa.

-¿Ah si?-

-Si, fíjate que si.-

-Jeje, pues está bien, sí es tuya, es tuya. Yo tengo tu corazón, tú mi mano.- decía Miroku burlón.

-¡Tonto! Siempre haces lo mismo, buscas cualquier pretexto para hacerme sonrojar o enfadar.- gritó Aiko con fuego en su mirada.

-Eso no es nuevo. Ven, siéntate.- le invitaba Miroku palmando el sitio a su lado. Aiko le obedeció calmándose. El sol se ocultaba y se podía ver la primera estrella sobre el manto nocturno.

-Que bonito...- decía Aiko maravillada, apretando un poco la mano de Miroku. –Oye, sí te pido un beso ¿me dejarías robártelo?- preguntó Aiko de lo más picarona, a ver qué lograba con eso.

-Jaja, no serías capaz, no, si serías capaz...- ambos rieron un rato, para relajarse, porque así eran, querían estar juntos para olvidarse del mundo y sólo preocuparse por el otro. -¿Sabes Ai? Siempre me ha gustado eso de ti, eres directa y hasta un poco descarada cuando quieres algo.- decía Miroku, pasivo, mientras miraba el horizonte.

-¿Y por qué no te gusto?- preguntó Aiko sólo para fastidiarle un poco.

-Si me gustas, sólo que soy pésimo en el amor, por ello no te lo dije.- reveló el joven de gafas un tanto apenado.

-Estás bromeando...- Aiko estaba impactada, tenía que estar de broma, si, estaba bromeando. –Nunca digas ‘me gustas’ sí no lo sientes, eso es malo Miroku...- decía mirando a otro lado apenada y un tanto triste.

-Yo no bromeo con eso, te lo digo en serio. ¿Cuándo he dicho que no siento nada por ti?- preguntó mirándola fijamente.

-Aquella vez que dijiste que era como tu hermanita menor...- la castaña tenía un nudo en la garganta, recordar aquello fue doloroso.

-Lo dije porque pensé que tú no me querías... Digo, mírame, sólo soy un muchacho raro y de gafas que vive leyendo historietas...- Aiko lo calló, para luego besarlo y recostarse en él, apretando su mano con fervor. Miroku, sorprendido pero contento, correspondía acariciando el cabello de su amiga. Fue un beso tímido, pero lleno de sentimientos retenidos durante mucho tiempo que se liberaban en un solo contacto labio a labio.

Luego de reacomodarse, con sus rostros sonrojados, se miraban fijamente.

-Dímelo de nuevo, por favor.- decía ella acariciando la mano que sostenía.

-¿Qué? ¿Quieres que te diga que me encantas? ¿Que te amo? ¿Que aún no me creo que sientas lo mismo que yo?- dijo él con fascinación mirando el dulce brillo en sus ojos. Aiko bajó la mirada, y empezó a derramar varias lágrimas, Miroku se preocupó y levantó el rostro de la castaña. -¿Por qué lloras?- preguntó angustiado.

-Porque estoy feliz.- confesó ella abrazándolo con dulzura, y no tenía planeado soltarse. Estaba feliz, era la primera vez que se sentía amada, que estaba segura de lo que quería y eso era ser parte de la vida de Miroku.

Él acariciaba la melena de Aiko, oliendo su perfume a rosas, deleitándose con sus brazos que lo rodeaban y llenaban de amor.

-Alegre es la vida cuando veo tu sonrisa e ilumina mi mundo lleno de dolor y melancolía.- citó Miroku abrazando a la chica que tenía en brazos, a la que más amaba.

Aiko recordó esa frase, fue una de las primeras que él le mostró. Se alegró y le dio un beso en la mejilla.

-Esa frase... es viejita.-

-Si, lo es, pero muchas de las que te mostré eran recientes, ya que quería impresionarte con cada una de ellas.- decía Miroku algo apenado.

-Pues lo lograbas.- Aiko se abrazó aún más al chico de gafas. Luego de estar un rato en silencio, ambos meditaban sobre lo que estaba pasando, sí esa realidad no se evaporaría al despertar a la mañana siguiente.

-Pero... ¿y ahora?- preguntó ella algo dudativa.

-Ahora seremos novios, nos casaremos en un futuro y tendremos un batallón de bebés.-

-Ángela, Alejandra, Vanesa, sin olvidarnos de Christian, Jhonny y la pequeña Jenny.- contaba la castaña un tanto risueña y nostálgica.

-¿Más o menos?- Miroku no podía estar más confundido.

-Nada, jeje.- decía sonrojada al recordar las burlas de sus amigas, cuando planeaban una boda que para Aiko ‘jamás’ iba a ocurrir, pensaba que eran tonterías. Pero aprendió que de una ilusión podía nacer una preciosa realidad.

-Aiko... Sé mi novia.- dijo Miroku mirándola a los ojos, sin soltar su mano. Ella no decía nada, estaba con la mirada ida, para luego echar tremenda carcajada. -¡¿Por qué te ríes?!- le preguntó algo exasperado Miroku.

-¡Tonto! ¡Porque estoy feliz y quiero más que nadie ser tu novia!- gritó parándose y mirando al cielo con los brazos estirados.

Miroku se levantó con ella y la tomó de la mano para correr junto a ella hacia la playa; ya la luna había echo presencia mientras ellos mojaban su ropa de las rodillas para abajo abrazándose y meciéndose tontamente. En un momento pararon y se miraron, para besarse con pasión e intensidad. Miroku abrazaba a Aiko por las caderas, y ella trazaba con sus manos un camino del cuello del pelinegro hacia su cabellera, quitándole la gorra y acariciando sus cabellos con ternura.

Sentían un desvarío de temperatura, el agua fría de la playa, y la calidez que recibían el uno del otro. Un momento que podía llamársele “mágico”.

Ellos compartían la grata satisfacción de estar juntos, mientras Aiko aprendía que de las tonterías nacía algo tan bello como el amor.

¿Quién diría que un beso de chocolate inventado nos llevaría a esto?

Una "digna" presentación

Hola a todos los que visitan este blog, después de publicar algunas cositas, he decidido presentarme dignamente y hablar un poco sobre mí ¿por qué? porque ¿saben qué? es mi blog, y sí quiero hablar de mí, lo hago :P muajalajala.

Frente al monitor está...

Ana Velasco, o Analy, o Nana, o como deseen llamarme. Soy una estudiante de 4to año de secundaria, o 1ro de Ciencias (¿por qué en mi colegio no hay humanidades? T_T); tengo 15 años (marzo 2009/ marzo 2010) y vivo en Maracaibo, Venezuela. Pronto me iré a la universidad (¿cuál? no sé, ya me verán llorando porque me robaron el celular en la peor de todas -_-u), ¿qué carrera pienso estudiar? Pues... Estoy entre el Diseño Gráfico Computarizado y la Fotografía, por ello espero los resultados de la Prueba Vocacional para orientarme mejor n_n (en una de las preguntas decía sí era tolerante a las heces, la orina y la saliva o.o y a pesar de que no tiene nada que ver con lo que quiero estudiar, contesté la B (que si la toleraba xD).

Sobre mí

Bueno, hablar de mis características sería raro, ya que deberían ser los que me conocen los que hablen de mí; sólo les dejo en claro que soy bipolar, y me gusta ser sarcástica (ya que lo sé ¬¬u xD). Cuando algo me gusta, hago cualquier cosa por obtenerlo, pero sí no puedo me rindo fácilmente. Me encanta oír música, hacer imágenes y amv's, ver anime, leer mangas, leer fanfics y comer chocolate; no tengo un hobbie fijo, sí hago una imagen y tardo 20 minutos (soy muy indecisa) a los 10 minutos ya ando escribiendo, y cuando termino de escribir vuelvo a la imagen.

Soy muy descuidada con mi salud, me encanta tomar refresco a toda hora, aunque me estoy alimentando mejor (tengo un novio que ahora se cree mi niñero ¬_¬u).

Tengo 3 hermanos: Ronald y Diego (los mayores), y mi hermanita terriblemente fastidiosa Mariana (¬¬). Vivo con mi madre, pero planeo irme con mi papá. Estoy en una relación a larga distancia con el chico más relajado y pervertido de este planeta ¬_¬u ¿saben? cualquier otra chica estando en mi posición se sentiría mal por no abrazar a su novio; yo me siento peor por no darle un golpe -_- xD naaah, no soy tan cruel, en verdad si lo quiero xD aunque no lo parezca >:3

Soy fan a morir de...

Los juegos de Mario (Para Wii: Mario Party 8, Mario Power Tennis, Mario Super Sluggers, Mario SmashBros Brawl, Super Mario Galaxy, Mario & Sonic At the Olympic Games, Mario Kart, Super Mario Bros,... etc.Wii. Para DS: Mario Party, Mario Kart, Mario & Lugi Partners in Time,... entre otros XD)


Toad (champiñón humanoide perteneciente a la saga de vídeojuegos de Super Mario Bros)

El chocolate (lo más delicioso de este mundo *¬*)

Nintendo (una de las empresas más importantes de Japón, creadora del Wii, Nintento GameCube, y varios vídeojuegos)

Anime (animación japonesa) y manga (comic jápones) PERO: no soy una fangirl obsecionada ¬_¬

La música (sonido de instrumentos y... ya saben xD)

Y adoro... ¡Webear en la WEB y decir tonterías por medio de mi blog! ¡Wiii! xD

¿Algo más? ¿nada más? Bueno, por hoy me despido con esta presentación digna de puros tomatazos xD

miércoles, 27 de enero de 2010

Ternura



-Dame la mano, enana.- un castaño de ojos verdes esperaba a su amiga en la rama más alta de un árbol.

-¡No! Yo puedo sola, y si me dices así de nuevo verás que voy a dejarte algo MUY enano. ¿Entiendes pitillo?- refutaba la joven de ojos y cabellos achocolatados. A pesar de su temor a las caídas, quería llegar a la cima por una sencilla razón.

Federico sonreía para sí al mirar como su testaruda amiga no se rendía, eran notorios varios moretones menores en las piernas de María Gabriela, y en sus brazos había un par de raspaduras, sin contar los cayos que debían estar cubriendo sus manos. Pero la muy terca no se rendía.

-Más terca que la envidia, y más fuerte que el odio. ¿Te ayudo, Magie?- decía el castaño casi dejando escapar una sonora carcajada.

-¡Que no!- Magie sabía que sí se dejaba ayudar, él se mofaría al rato.

-Ya van a ser las seis... Anda.- decía Fede intentando que la joven se rindiese y así poder llegar a cumplir su objetivo.

Reconocía que se veía adorable con sus dos coletas algo desordenadas, su fleco impidiendo que pudiese guiarse mejor, las mejillas infladas, con el ceño fruncido y la boquita toda arrugada por la frustración, sí, esos labios adictos al caramelo era lo que más lucía en su cara que hacía notorio su cansancio. Él no podía evitar mirarle de esa manera, debía admitir que era todo un placer estar con ella, porque no había algo que le transmitiese tanta ternura que su pequeña María Gabriela molesta.

Por otro lado, más que molesta, estaba desesperada, le dolían los brazos y las piernas, pero quería llegar a la rama, con él, con SU pitillo. A pesar de las fronteras impuestas por el destino, llamadas “edad” y “mejor amigo de mi hermano”, ella lo quería, y mucho. Tal vez más de lo que debía, no podía decir que le amaba, mas si afirmaba con todo su corazón que estaba obsesionada con su presencia. Porque no había algo que le transmitiese tanta confianza como su sonrisa, su altanera y burlona sonrisa.

Ya estando a punto de llegar, inesperadamente Fede la tomó de la cintura y le ayudó a sentarse, ella no evitó la ayuda, se encontraba exhausta, pero se sentía algo pudorosa ya que siempre tuvo vergüenza del tacto entre las manos de Fede y su cuerpo, sea cual fuese la parte que él tocara.

-¿Cuánto falta?- preguntó sacando una botella de agua de su koala.

-Media hora...- contestó el ojiverde sonriendo pícaramente mientras esperaba lo inevitable... Y pasó, Magie botó todo el agua que estaba a punto de tragar, y debido a la sorpresiva noticia, su traquea no terminó de cerrarse al tragar algo de agua, lo que hizo que se colara un poco del líquido a su sistema respiratorio, ahogándola un poco. Fede reía a mares mientras que su enana lo fusilaba con la mirada.

-¡Idiota! ¡Me apuraste para ver el atardecer faltando media hora para este!- gritaba histérica la castaña; Fede a duras penas asentía invadido por la risa, derramando unas lágrimas. Magie le golpeó varias veces el brazo, refunfuñando y frunciendo la boca, para luego darla la espalda. Fede enternecido le abrazó por atrás desarreglándole el cabello mientras le susurraba cosas al oído.

-No te enojes enana, es que quería que lo viéramos estando descansados de la escalada. Ahora cálmate, porque no te daré tus caramelos...- le susurraba haciendo que la menor se apenara ante el contacto de su aliento con el de su oreja. Al calmarse, la joven volteó cuidadosamente, y exigió sus deseados caramelos. Al tenerlas, abrió desesperada el paquete y las comía cual niña pequeña en una tarde decembrina.

Fede la observaba contento, porque estaba ella, allí con él y con más nadie. Su pequeña enana no notaba como él se iba acercando.

-Enana...- susurró estando cerca de Magie. Esta volteó y abrió los ojos sorpresivamente, sin esperar la cercanía de sus rostros. -¿Recuerdas esa navidad cuando tu hermana buscó un muérdago, lo ató a una caña de pescar y lo posicionó arriba de ambos?- dijo tomándole la mano. Ella asintió algo nerviosa y por sobretodo sonrojada.

¿Cómo olvidar su primer beso en plena navidad? Estaba súper avergonzada, pero no podía evitar sonreír cual tarada enamorada. Fue apenas un roce, algo que él seguro habría olvidado, mas no lo hizo y ese mero gesto ilusionó de sobremanera a la joven castaña.

-Bueno... ¿Sabes? Aún recuerdo cuando...- el se fue acercando al oído de Magie, y ella sentía su corazón latir a millón. -... Casi te sacas un ojo con el muérdago.- y luego se alejó esperando un golpe, mas no lo recibió. Al contrario, su enana sólo miraba abajo algo entristecida, daban ganas de refugiarla de cualquier cosa que estuviese atormentándole. Pero ¿por qué se puso así?

-¿Qué pasa María Gabriela?- preguntó algo preocupado. La joven liberó un suspiro negando con la cabeza. La desilusión se notaba en cada leve gesto de su rostro. Fede subió la vista al horizonte, y notó un ligero anaranjado en el cielo. –María... Mira.- dijo sonriendo. Esta hizo caso y se dio cuenta que ya había comenzado el espectáculo. Sonreía, tratando de olvidar lo anterior. Pero recordó algo...

Flash Back

-¡¿Están locas?!- gritaba Magie sorprendida a sus dos amigas.

-¡Vamos flaca! Debes decírselo, él no merece que le mientas así.- decía Alexa, amiga de la castaña. A su lado estaba una chica algo mayor que las dos, Angela.

-María Gabriela, te gusta desde antes de nacer. Ya es hora de le confieses lo que sientes.- hablaba con un acento español la mayor de las tres.

-Pero ¿cómo?- decía sonrojada la castaña.

-Dile: “¡Me gustas!”- dijeron ambas amigas al unísono.

Fin Flash Back

Su corazón latía rápido, no estaba lista ¿o si? Bueno, era ahora o nunca. Lo había planeado con antelación, logrando formar con indirectas un raro picnic, que consistía ir hacia el bosque a las afueras de la ciudad y subir un árbol de unos cuantos metros para disfrutar del atardecer reflejado en un lago de cristalinas aguas.

-Magie, despierta enana, te pierdes el atardecer...- decía Fede pasando la mano delante del rostro de la joven. Esta despertó de su ensoñación, y tragó saliva apretando las manos nerviosa, sudando y mirando sus piernas lastimadas.

-Oye Fede... Yo... Hay algo que quería decirte desde hace tiempo... Mas no me atreví...- decía Magie en susurros. Fede la miraba nervioso, sabía de los sentimientos de la pequeña, era algo notorio en sus momentos, mas jamás se le atravesó la idea de que esta lo confesase. –Tú... Desde hace tiempo me...- su amigo de repente la calló, besándola de improvisto. Saboreando los restos de caramelo de sus labios rosas. Magie abrió los ojos como platos al sentir como la persona que ella más quería le besaba de tal manera. Un beso tan sencillo, pero lleno de ternura. Ella correspondía tímidamente, sus vírgenes labios temblaban, y su inexperta lengua no se atrevía a adentrarse en la boca de su pitillo. Fede no tardó en comprender que el beso estaría mejor así, sin lengüetazos ni saliva de por medio.

María Gabriela entendió que Federico no se tomaría la molesta de profundizar el beso, y para ella fue más que suficiente, entre más sencillo, mejor. Así era él, sencillo, práctico, especial.

-¿Estás grabándolo todo verdad Alexa?- preguntaba Angela emocionada por lo que veía.

-Todo es poco... Si María se entera, nos mata.- ambas reían maquiavélicamente desde la rama de un árbol bien alto observando como su amiga estaba siendo besada por el chico que le gustaba. –Pero que suertuda, su segundo beso con un atardecer de fondo, saca una foto Angela. ¡De seguro quedará genial!- decía la menor. Ambas sonreían contentas, porque después de tan pésimos momentos amargando la vida de la joven Magie, por fin tendrá una razón para sonreír.

Fede se separó de Magie para respirar un poco, el beso no fue tan demandante, pero sí estuvieron un buen rato con sus labios unidos. Al calmarse un poco, tomó a su acompañante por la nuca y besó su frente para luego abrazarla y admirar el horizonte con ella en sus brazos.

Magie disfrutaba la calidez que el cuerpo de Federico le transmitía, aunque estaba algo confundida, estaba feliz, porque podría ser lo más masoquista que haya podido pensar, pero con sólo estar con él, todo estaba bien.

-Enana...- decía el mayor por lo bajo.

-Dime.- contestó ella sin quitar la vista del cielo, embelesada por el momento.

-Te quiero...- dijo este.

-¿...Molestar?- preguntó ella divertida.

-No, bueno, sí. Ya sabes a lo que me refiero.- terminó de hablar para recostarse en el tronco grueso del árbol, con su enana en brazos.

Porque lo único más tierno que Magie enojada, era Magie semidormida con el carmesí reluciendo en sus mejillas, sus pellizcables mejillas, no, esta vez sólo serían sus “mejillas”.

domingo, 24 de enero de 2010

La diferencia entre él y ellos.



¿Por qué me arde el pecho de esta forma? Ah claro, porque soy una tonta masoquista enamoradiza que se deja herir por hombres sin algún tipo de consideración.

Mi madre tenía razón, los hombres son unos buenos para nada, todos son iguales.


Una joven rubia reposaba sigilosamente recostando su albina espalda en el rústico tronco de un árbol. Intranquila y nerviosa, respiraba lentamente, mas se le notaba cierto problema al inspirar y espirar. Sus temblorosas manos descansaban en su regazo, y en su mejilla eran notorios varios senderos construidos por las lágrimas que minutos atrás había derramado con tanto desespero, también se le veía una marca rojiza en la mejilla izquierda, una bofetada se le había dado a la pobre Alexandra.

Su placer me costará mi juventud... y mi felicidad.

Con paso lento y cuidadoso, un joven pelinegro iba acercándose hasta quedar cerca de la rubia chica, se arrodilló para poder quedar a una altura similar a la de ella. Acariciaba su cabello mientras le llamaba en susurros. Ella abrió sus ojos lentamente, acostumbrándolos a la luz solar, el joven de cabellos castaños notó cierto tono carmesí en los ojos mieles de Alexandra.

-Tom...- dijo la chica, incorporándose un poco.

-Alex... ¿Qué pasó? Tu madre te ha pegado de nuevo ¿cierto?- le preguntó con cariño viendo como Alex estaba a punto de romper en llanto de nuevo.

-Ella... Hace unos días me mandaron a hacer unos estudios de sangre... Porque...- la joven no pudo evitar sollozar. –Estoy embarazada de Lucas, Tom...- soltó la ojimiel tapando su rostro de la vergüenza. A Tom le dolió oír eso, saber que la joven Alexandra, con sólo 16 años tendría un bebé, le diría ‘adiós’ a toda su juventud y deberá madurar en nueve meses para mantener al bebé.

-¿Lucas lo sabe?- preguntó luego de un incómodo momento de silencio.

Sólo fui una aventura de largo plazo para él... Sólo eso...

-Si... Y terminó conmigo... Dijo que todo era mi culpa, que él no se haría responsable de mis errores.- se tiró a llorar en los brazos de su amigo, él la abrazaba con tristeza, sabía que ella necesitaría de un hombro donde llorar. -¡Todos son iguales! Apenas les abro las piernas me botan porque soy poca cosa. Todos los hombres son iguales, debí hacerle caso a mi madre.- se quejaba ella mientras Tom no se dejaba afectar por aquellas palabras.

-Tienes razón, todos somos unos idiotas, no habrá hombre en el mundo que te sepa valorar como te lo mereces, porque somos unos imbéciles.- Alex se abrazaba fuerte a Tom, oírlo insultarse de esa forma era... gracioso. –Todos los hombres nos iremos al infierno por no saber querer a una damita tan bella como tú, pero eso ya ni importa. Debes pensar en el mañana, y en lo que harás con tu hijo, pero es muy reciente, primero debes aceptarlo. Bien, ¿ya lo aceptaste? Perfecto...- decía Tom acariciando la melena rubia de Alexandra mientras esta dejaba de llorar y le miraba.

-Tom... Yo...- trataba de hablar pero su amigo le interrumpía.

-Tú nada, tú debes preocuparte por pañales, vómito, puro ‘wah wah’ de bebé y esa odiosita risa que suena como si tuvieran hipo.- Alexandra reía por las caras que Tom ponía. Él siempre estaba allí cuando a ella le rompían el corazón, y sin contar los numerosos esfuerzos por animarla. Ahora que en su vientre llevaba alguien que dependía de ella, necesitaría de Tom más que nunca, pero sabía que no debía pedirlo porque él estará allí.

Tom sonreía de oreja a oreja al ver que Alex secaba sus lágrimas y dejaba salir una que otra risita. Porque para él no había cosa que más le gustase, la hermosa risa de Alex iluminando su día. Daría lo que fuese por ella, con cada sollozo que ella liberaba con él, fue enamorándolo, lenta y tortuosamente, y de un día a otro tuvo que verse con un gran dilema, el amar a una jovencita cinco años menos que él; un movimiento en falso y en la cárcel lo esperarían con las rejas bien abiertas. Por ello decidió tan sólo conformarse con la amistad de la joven e hiperactiva Alexandra, quien iba de hombre en hombre buscando un corazón en el que pudiera refugiarse.

-Bueno... ¿Y qué será? ¿Hembra? ¿Varoncito? ¿Hermafrodita? ¿Homosexual?- preguntaba Tom poniendo su mano en el vientre de Alex.

-¡Tom!, sólo lleva como dos semanas ahí dentro.- decía Alex divertida. ¿De dónde sacaba su amigo esas preguntas?

-Pues quiero saber... Espera ¿dos semanas? ¿Qué anduviste haciendo hace dos semanas? ¿No estabas de viaje con tus amigas? Así que fue una farsa para andar de cochina con el odioso vecino de Mariana; no sé qué haré contigo Alex. Yo no te crié para eso. ¡Que cosa! Creo me dará algo, seré abuela tan joven.- Tom hacía morisquetas de afeminado con un ataque melodramático, haciendo que Alex riera con ganas.

-Jaja, si, soy una niña mala, me fugo de la casa de mis amigas para hacer travesuras.- decía entre risas.

-¡Aja! Lo confiesas, bueno es un buen paso, vamos bien. Aceptaste ya que eres una cochinita desenfrenada con hormonas llenas de pura adrenalina. Ahora Toñito y yo trabajaremos bien duro para quitarte esa manía sexual tuya, niña puerca.- decía Tom acusadoramente señalando con el dedo a Alex.

-¡Hey! Espera... ¿Quién lluvias es Toñito?- preguntaba Alex algo atontada.

-Pues ¿quién más? ¡Tu hijo! Ya lo tengo todo planeado...- decía maquiavélicamente Tom mientras Alex le miraba divertida por cada disparate que él sacaba.

De repente acarició su vientre, y sonrió...

No todos son iguales... Por lo menos él no es igual al resto... Fui bendecida con un verdadero hombre. ¿Verdad Toñito?

viernes, 22 de enero de 2010

Sutil Aroma Primaveral



Esta necesidad en mi pecho crece cada día sin pudor...


¿Cómo confesarte lo que entierro en mi interior?


Quisiera enfrascar tu aroma en una menuda caja de cristal


Ese sutil aroma que hace de mi día un paraíso primaveral...


Él se acercaba a ella sigilosamente, esperando a que su novia lo sienta llegar, mas ella no mostraba señales de saber que algo se acercaba. Con una pícara sonrisa dio un pequeño beso en el cuello blanquecino de su amada Alicia, acariciando sus antebrazos con la yema de sus dedos. Alicia dio un respingo del susto, y un tanto nerviosa volteó.


-¡Ángel! Me has asustado.- gimoteó la joven.


-Lo siento, pero no pude evitarlo. Te ves graciosa cuando te pones nerviosa, y... Hoy es domingo.- la joven de melena castaña río por lo bajo. -¿Qué?- preguntó Ángel.


-Nada, jeje, sólo que... Me causó risa que aún sigas con esa manía dominical tuya...- decía mientras enrollaba sus dedos con algunos mechones rubios de su novio. Él tomó la mano libre de Alice y rozaba con su pulgar el dorso de esta.


-Lo siento, no puedo evitarlo...- decía mientras le daba un pequeño beso en los labios a la joven que tenía en frente.


-No importa, igual me gusta.- Alicia se volteaba para seguir con lo que había dejado de hacer, el desayuno de ambos.


Ángel aprovechó y se abrazó a ella hundiendo su cabeza en el cuello de Alicia, oliendo su aroma. Ella complacida se dejaba abrazar, a Ángel siempre le gustó que ella usara esa deliciosa colonia a flores, era tan sutil que para olerla bien debía acercarse a su novia. Entre más sentía esa colonia embriagarle, más crecía su necesidad de sentir esa femínea droga en su sistema.


-Estás empezando a... Hacerme cosquillas.- decía Alice entre uno que otro suspiro. Tener a un atractivo hombre pegado a ella de esa forma le ponía los vellos de punta. Su respiración rozaba su piel, mientras entre segundos sentía los labios de Ángel tocarla, no la besaba, sólo eran deliciosos roces.


-Hueles a primavera...- soltó Ángel un tanto apenado. ¿Desde hace cuanto ya quería confesarle eso? Unos tantos meses, cuando ella empezó a usar aquella droga que lo hipnotizó.


-¿A primavera? ¿Y cuándo sude oleré a verano acaso?- reía ella, el comentario le vino a la mente de golpe y lo soltó. Ángel tan sólo río un poco, él revelando lo que por meses calló, y ella saliendo con sus disparates. Pero así le gustaba, ella tenía ese sentido del humor que le cautivó y lo levantó de sus peores momentos bañados en una soledad tremenda, pero llegó ella y poco a poco le enseñó a sonreír de verdad, para luego ir enamorándole en una tortuosa odisea.


-Alicia... Te amo...- susurró besando su cuello. Ella se sonrojó, Ángel era dulce y cariñoso, pero casi nunca le decía eso. Era eso una de las cosas que más le gustaba de él, entre más tiempo pasaba luego del último ‘te amo’, más ansiado y hermoso se volvía el próximo. Ella volteó, y le miró con la cara literalmente roja. Ángel se alunó, la ternura que emanaba Alicia era uno de sus mayores atractivos. La abrazó recostando su cabeza en su pecho, Alicia se iba dejando llevar por los latidos del corazón de su ángel.


-Yo también... Te amo.- confesó ella besando la mejilla masculina recién afeitada. Ángel, sereno mas feliz, tomó el mentón de su novia besándola. Apenas si esperó que ella correspondiera para besarla como sólo ella lo merecía, con una pasión exquisita.


A veces siento que sus labios me gustan más... Que su sutil aroma a primavera.