Mis palabras serán leídas por quienes menos podrán entenderlas...

domingo, 24 de enero de 2010

La diferencia entre él y ellos.



¿Por qué me arde el pecho de esta forma? Ah claro, porque soy una tonta masoquista enamoradiza que se deja herir por hombres sin algún tipo de consideración.

Mi madre tenía razón, los hombres son unos buenos para nada, todos son iguales.


Una joven rubia reposaba sigilosamente recostando su albina espalda en el rústico tronco de un árbol. Intranquila y nerviosa, respiraba lentamente, mas se le notaba cierto problema al inspirar y espirar. Sus temblorosas manos descansaban en su regazo, y en su mejilla eran notorios varios senderos construidos por las lágrimas que minutos atrás había derramado con tanto desespero, también se le veía una marca rojiza en la mejilla izquierda, una bofetada se le había dado a la pobre Alexandra.

Su placer me costará mi juventud... y mi felicidad.

Con paso lento y cuidadoso, un joven pelinegro iba acercándose hasta quedar cerca de la rubia chica, se arrodilló para poder quedar a una altura similar a la de ella. Acariciaba su cabello mientras le llamaba en susurros. Ella abrió sus ojos lentamente, acostumbrándolos a la luz solar, el joven de cabellos castaños notó cierto tono carmesí en los ojos mieles de Alexandra.

-Tom...- dijo la chica, incorporándose un poco.

-Alex... ¿Qué pasó? Tu madre te ha pegado de nuevo ¿cierto?- le preguntó con cariño viendo como Alex estaba a punto de romper en llanto de nuevo.

-Ella... Hace unos días me mandaron a hacer unos estudios de sangre... Porque...- la joven no pudo evitar sollozar. –Estoy embarazada de Lucas, Tom...- soltó la ojimiel tapando su rostro de la vergüenza. A Tom le dolió oír eso, saber que la joven Alexandra, con sólo 16 años tendría un bebé, le diría ‘adiós’ a toda su juventud y deberá madurar en nueve meses para mantener al bebé.

-¿Lucas lo sabe?- preguntó luego de un incómodo momento de silencio.

Sólo fui una aventura de largo plazo para él... Sólo eso...

-Si... Y terminó conmigo... Dijo que todo era mi culpa, que él no se haría responsable de mis errores.- se tiró a llorar en los brazos de su amigo, él la abrazaba con tristeza, sabía que ella necesitaría de un hombro donde llorar. -¡Todos son iguales! Apenas les abro las piernas me botan porque soy poca cosa. Todos los hombres son iguales, debí hacerle caso a mi madre.- se quejaba ella mientras Tom no se dejaba afectar por aquellas palabras.

-Tienes razón, todos somos unos idiotas, no habrá hombre en el mundo que te sepa valorar como te lo mereces, porque somos unos imbéciles.- Alex se abrazaba fuerte a Tom, oírlo insultarse de esa forma era... gracioso. –Todos los hombres nos iremos al infierno por no saber querer a una damita tan bella como tú, pero eso ya ni importa. Debes pensar en el mañana, y en lo que harás con tu hijo, pero es muy reciente, primero debes aceptarlo. Bien, ¿ya lo aceptaste? Perfecto...- decía Tom acariciando la melena rubia de Alexandra mientras esta dejaba de llorar y le miraba.

-Tom... Yo...- trataba de hablar pero su amigo le interrumpía.

-Tú nada, tú debes preocuparte por pañales, vómito, puro ‘wah wah’ de bebé y esa odiosita risa que suena como si tuvieran hipo.- Alexandra reía por las caras que Tom ponía. Él siempre estaba allí cuando a ella le rompían el corazón, y sin contar los numerosos esfuerzos por animarla. Ahora que en su vientre llevaba alguien que dependía de ella, necesitaría de Tom más que nunca, pero sabía que no debía pedirlo porque él estará allí.

Tom sonreía de oreja a oreja al ver que Alex secaba sus lágrimas y dejaba salir una que otra risita. Porque para él no había cosa que más le gustase, la hermosa risa de Alex iluminando su día. Daría lo que fuese por ella, con cada sollozo que ella liberaba con él, fue enamorándolo, lenta y tortuosamente, y de un día a otro tuvo que verse con un gran dilema, el amar a una jovencita cinco años menos que él; un movimiento en falso y en la cárcel lo esperarían con las rejas bien abiertas. Por ello decidió tan sólo conformarse con la amistad de la joven e hiperactiva Alexandra, quien iba de hombre en hombre buscando un corazón en el que pudiera refugiarse.

-Bueno... ¿Y qué será? ¿Hembra? ¿Varoncito? ¿Hermafrodita? ¿Homosexual?- preguntaba Tom poniendo su mano en el vientre de Alex.

-¡Tom!, sólo lleva como dos semanas ahí dentro.- decía Alex divertida. ¿De dónde sacaba su amigo esas preguntas?

-Pues quiero saber... Espera ¿dos semanas? ¿Qué anduviste haciendo hace dos semanas? ¿No estabas de viaje con tus amigas? Así que fue una farsa para andar de cochina con el odioso vecino de Mariana; no sé qué haré contigo Alex. Yo no te crié para eso. ¡Que cosa! Creo me dará algo, seré abuela tan joven.- Tom hacía morisquetas de afeminado con un ataque melodramático, haciendo que Alex riera con ganas.

-Jaja, si, soy una niña mala, me fugo de la casa de mis amigas para hacer travesuras.- decía entre risas.

-¡Aja! Lo confiesas, bueno es un buen paso, vamos bien. Aceptaste ya que eres una cochinita desenfrenada con hormonas llenas de pura adrenalina. Ahora Toñito y yo trabajaremos bien duro para quitarte esa manía sexual tuya, niña puerca.- decía Tom acusadoramente señalando con el dedo a Alex.

-¡Hey! Espera... ¿Quién lluvias es Toñito?- preguntaba Alex algo atontada.

-Pues ¿quién más? ¡Tu hijo! Ya lo tengo todo planeado...- decía maquiavélicamente Tom mientras Alex le miraba divertida por cada disparate que él sacaba.

De repente acarició su vientre, y sonrió...

No todos son iguales... Por lo menos él no es igual al resto... Fui bendecida con un verdadero hombre. ¿Verdad Toñito?

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