Mis palabras serán leídas por quienes menos podrán entenderlas...

martes, 23 de febrero de 2010

Una tontería hecha realidad



-¡Me gustas!- ¿quién diría que las burlas de mis amigas terminarían siendo verdad?

-Aiko...- ¿quién diría que a eso que yo llamaba “tontería” se volvería mi realidad?

-Ya lo sé, ya lo sé. Tú no sientes lo mismo, por eso te hice prometer que seríamos siempre amigos. Pero quería decirlo, quería decirlo aunque fuese una vez.-

-Aiko... Yo... Me has impactado...-

-Ya veo...- bajó su mirada, con sus mejillas tintadas de carmesí; no sabía cómo sentirse, si feliz, o triste. Guardaron silencio unos minutos que a Aiko se le hacían una tortura fulminante.

-Bueno... No sé, ¿quieres ir a comprar un helado?- ella rápidamente levantó la mirada sorprendida. No la estaba rechazando, ni ignorando, seguía siendo el mismo Miroku que conoció hace tiempo. Esbozó una gran sonrisa y tomó su brazo arrastrándolo a la heladería.

-¡Vamos por helado!- gritó Aiko en media plaza. Miroku pisó fuerte para detener a Aiko. -¿Qué pasa?- preguntó ella, mientras él respiraba agitadamente tratando de recobrar el aire.

-¡Vas... muy... rápido! Relájate, que ya vamos a llegar...- decía Miroku entrecortadamente con la mano en el pecho y la otra apoyada en sus rodillas.

-Oh... Lo siento.- pidió ella con preocupación. -¿Ya estás mejor?- preguntó luego de unos segundos.

-Sí, vamos, ya queda poco.- dijo él levantándose. –Esto del asma es un asco, ojala no te llegue a dar nunca.- decía Miroku.

-Pues dudo que me dé, pero debe ser bien feo.- decía Aiko caminando a su lado.

-Sí lo es, es horrible cuando vas caminando y sientes que te falta el aire de repente, aparte de que en el colegio me trataban como si fuese de porcelana, o no se acercaban a mí.- narraba Miroku con cierto deje de tristeza.

-Que tontería, ¿por qué no se acercaban a ti?- preguntaba aiko con curiosidad.

-Pues porque temían que me fuese a dar un ataque de asma y no pudiesen hacer nada, me tenían en la enfermería todo el día, sólo estábamos yo y mi Game Boy.- ella río para animar un poco la cosa. –Pero ahora te tengo a ti. ¡Mira! Ya llegamos, ¿de qué quieres el helado?-

-¡De choco...!-

-No digas, ya sé, ve y busca una mesa.- Aiko hizo caso un tanto atolondrada, aunque lo haya dicho sin importancia, él dijo que la tenía a ella, y sabía que no mentía, Miroku no era la persona más sociable ni la más habladora, pero era simpático y sincero, y eso bastó para despertar cierto sentimiento en el corazón de la hiperactiva Aiko.

Aún recuerda con claridad cuando lo conoció, estaba sentado leyendo un comic absorto del mundo, reacomodando sus gafas y pasando página por página. Algo en ella nació, el deseo de acercarse a ese chico, pero no sabía cómo.

-Aiko, tu helado, tenlo.-

-¡Ah! Lo siento, estaba recordando cosas...- decía la chica de cabello castaño apenada.

-¿Ah sí? ¿Cómo qué?- preguntó Miroku en un estado calmado mientras reacomodaba sus gafas.

-Como cuando te conocí...- Aiko se llevó una mano a la boca para no reír, en verdad le daba gracia la forma en que se conocieron, no, daba mucha gracia la forma en que ella llamó la atención de Miroku.

-Joo... Ni me lo recuerdes que te tiraría el helado encima. Aún no puedo creer que casi me acusan de robo por tu culpa.- el pelinegro miraba escéptico a Aiko quien tenía ganas de echar tremenda carcajada. Y de repente estalló, y con ella, Miroku se echó a reír. Pasaban un cálido momento juntos, y eso a Aiko le llenaba de confianza, ¿imaginar que él la seguiría tratando como antes? No ganó, pero tampoco perdió al confesarse.

-Oye Aiko, hay algo que quiero preguntarte...- decía Miroku calmadamente mientras probaba su helado; a Aiko le empezó a latir fuertemente el corazón. –Era con respecto a eso que sientes hacía... mí.- el pelinegro metía otra cucharada en su boca, mientras Aiko empezaba a sentirse algo fatigada, típicos síntomas en ella cuando estaba nerviosa.

-Pues... suéltalo.- dijo ella probando algo de su helado a ver si se calmaba, efecto que no logró conseguir.

-¿Desde cuándo te gusto?- preguntó mirándola a los ojos fijamente, haciendo que Aiko dejase de pensar, ¿era su imaginación o los ojos de Miroku se veían... llenos de dulzura?

-Desde... desde que...- Aiko jugaba con sus manos debajo de la mesa mientras bajaba la mirada.

-Está bien, está bien. Ya veré como sacarte luego la información.- soltó Miroku para luego estirarse en la silla y cruzar sus manos detrás de su cuello. Aiko le miraba, sin duda Miroku era una de las personas más peculiares que ha conocido. –Pero dime sólo una cosa... ¿por qué yo?- preguntó sin quitar la vista del cielo.

-Porque... tú... eres así, y así me gustas.- decía Aiko, ahora que Miroku sabía de sus sentimientos, sentía que se le había evaporado un peso de encima, pero aún no se acostumbraba a hablar de una forma tan natural.

-Esa es la respuesta que menos esperé de ti, pero no es mala.- Aiko miraba indignada a su acompañante.

-¿Más o menos a qué te referías con eso?- miraba acusadoramente a Miroku levantándose de la silla.

-Jeje, a nada, a nada. ¿Quieres ir a la playa? El día de hoy está bien bonito y el atardecer de seguro se lucirá, ¿qué me dices?- Aiko asintió gustosa a tal indicación. –Pero primero, terminemos los helados... o las malteadas.- con tanto parloteo los chicos no se dieron cuenta de que el helado se había derretido.

Rápidamente tomaban lo que quedaba y pagaron los helados para emprender el camino hacia la playa. Ya se notaba cierto color crema en el cielo y una deliciosa brisa pasaba para el disfrute de las personas. Aiko miraba disimuladamente a Miroku, él estaba sereno mirando al frente caminando como si nada le preocupase, ella no sabía si decir algo o sólo quedarse callada, pero disfrutaba de estar a su lado, podían reír y de repente callar sin sentir la necesidad de decir algo, era algo que le encantaba de él, siempre tenían de qué hablar, y era típico que él dijese algo que a ella le apenase y recibiera un golpe de su parte, mientras que en su corazón deseaba que eso pasara con él y sólo con él.

Sin querer un tierno sonrojo se hizo dueño de sus mejillas, Miroku notó eso y sonrió, tomando cálidamente la mano de Aiko, enrollando sus dedos con los de ella, mientras le miraba sorprendida su amiga.

-Mi...Miroku- tartamudeaba ella dichosa.

-Sé que te gusta, y no me lo niegues. Vamos que falta poco.- Miroku apretó aún más la mano de Aiko sintiendo la calidez de sus dedos.

-Creído...- susurró ella, a pesar de estar encantada con lo que el chico había hecho.

Faltaba poco para llegar, sólo debían atravesar un sendero y listo. Cada paso que daban, aumentaba los latidos del corazón de Aiko, y varias preguntas invadían su mente.

¿Qué estás pensando Miroku? Bajó la mirada sin saber qué pensar.

-Ya llegamos, y justo a tiempo...- decía Miroku soltándose del agarre de Aiko, pero ella no lo soltaba. –Aiko, necesito mi mano...- decía él un tanto nerviosito.

-No...- dijo muy autoritaria la castaña. –Deja, que esa mano es mía.- dijo muy orgullosa.

-¿Ah si?-

-Si, fíjate que si.-

-Jeje, pues está bien, sí es tuya, es tuya. Yo tengo tu corazón, tú mi mano.- decía Miroku burlón.

-¡Tonto! Siempre haces lo mismo, buscas cualquier pretexto para hacerme sonrojar o enfadar.- gritó Aiko con fuego en su mirada.

-Eso no es nuevo. Ven, siéntate.- le invitaba Miroku palmando el sitio a su lado. Aiko le obedeció calmándose. El sol se ocultaba y se podía ver la primera estrella sobre el manto nocturno.

-Que bonito...- decía Aiko maravillada, apretando un poco la mano de Miroku. –Oye, sí te pido un beso ¿me dejarías robártelo?- preguntó Aiko de lo más picarona, a ver qué lograba con eso.

-Jaja, no serías capaz, no, si serías capaz...- ambos rieron un rato, para relajarse, porque así eran, querían estar juntos para olvidarse del mundo y sólo preocuparse por el otro. -¿Sabes Ai? Siempre me ha gustado eso de ti, eres directa y hasta un poco descarada cuando quieres algo.- decía Miroku, pasivo, mientras miraba el horizonte.

-¿Y por qué no te gusto?- preguntó Aiko sólo para fastidiarle un poco.

-Si me gustas, sólo que soy pésimo en el amor, por ello no te lo dije.- reveló el joven de gafas un tanto apenado.

-Estás bromeando...- Aiko estaba impactada, tenía que estar de broma, si, estaba bromeando. –Nunca digas ‘me gustas’ sí no lo sientes, eso es malo Miroku...- decía mirando a otro lado apenada y un tanto triste.

-Yo no bromeo con eso, te lo digo en serio. ¿Cuándo he dicho que no siento nada por ti?- preguntó mirándola fijamente.

-Aquella vez que dijiste que era como tu hermanita menor...- la castaña tenía un nudo en la garganta, recordar aquello fue doloroso.

-Lo dije porque pensé que tú no me querías... Digo, mírame, sólo soy un muchacho raro y de gafas que vive leyendo historietas...- Aiko lo calló, para luego besarlo y recostarse en él, apretando su mano con fervor. Miroku, sorprendido pero contento, correspondía acariciando el cabello de su amiga. Fue un beso tímido, pero lleno de sentimientos retenidos durante mucho tiempo que se liberaban en un solo contacto labio a labio.

Luego de reacomodarse, con sus rostros sonrojados, se miraban fijamente.

-Dímelo de nuevo, por favor.- decía ella acariciando la mano que sostenía.

-¿Qué? ¿Quieres que te diga que me encantas? ¿Que te amo? ¿Que aún no me creo que sientas lo mismo que yo?- dijo él con fascinación mirando el dulce brillo en sus ojos. Aiko bajó la mirada, y empezó a derramar varias lágrimas, Miroku se preocupó y levantó el rostro de la castaña. -¿Por qué lloras?- preguntó angustiado.

-Porque estoy feliz.- confesó ella abrazándolo con dulzura, y no tenía planeado soltarse. Estaba feliz, era la primera vez que se sentía amada, que estaba segura de lo que quería y eso era ser parte de la vida de Miroku.

Él acariciaba la melena de Aiko, oliendo su perfume a rosas, deleitándose con sus brazos que lo rodeaban y llenaban de amor.

-Alegre es la vida cuando veo tu sonrisa e ilumina mi mundo lleno de dolor y melancolía.- citó Miroku abrazando a la chica que tenía en brazos, a la que más amaba.

Aiko recordó esa frase, fue una de las primeras que él le mostró. Se alegró y le dio un beso en la mejilla.

-Esa frase... es viejita.-

-Si, lo es, pero muchas de las que te mostré eran recientes, ya que quería impresionarte con cada una de ellas.- decía Miroku algo apenado.

-Pues lo lograbas.- Aiko se abrazó aún más al chico de gafas. Luego de estar un rato en silencio, ambos meditaban sobre lo que estaba pasando, sí esa realidad no se evaporaría al despertar a la mañana siguiente.

-Pero... ¿y ahora?- preguntó ella algo dudativa.

-Ahora seremos novios, nos casaremos en un futuro y tendremos un batallón de bebés.-

-Ángela, Alejandra, Vanesa, sin olvidarnos de Christian, Jhonny y la pequeña Jenny.- contaba la castaña un tanto risueña y nostálgica.

-¿Más o menos?- Miroku no podía estar más confundido.

-Nada, jeje.- decía sonrojada al recordar las burlas de sus amigas, cuando planeaban una boda que para Aiko ‘jamás’ iba a ocurrir, pensaba que eran tonterías. Pero aprendió que de una ilusión podía nacer una preciosa realidad.

-Aiko... Sé mi novia.- dijo Miroku mirándola a los ojos, sin soltar su mano. Ella no decía nada, estaba con la mirada ida, para luego echar tremenda carcajada. -¡¿Por qué te ríes?!- le preguntó algo exasperado Miroku.

-¡Tonto! ¡Porque estoy feliz y quiero más que nadie ser tu novia!- gritó parándose y mirando al cielo con los brazos estirados.

Miroku se levantó con ella y la tomó de la mano para correr junto a ella hacia la playa; ya la luna había echo presencia mientras ellos mojaban su ropa de las rodillas para abajo abrazándose y meciéndose tontamente. En un momento pararon y se miraron, para besarse con pasión e intensidad. Miroku abrazaba a Aiko por las caderas, y ella trazaba con sus manos un camino del cuello del pelinegro hacia su cabellera, quitándole la gorra y acariciando sus cabellos con ternura.

Sentían un desvarío de temperatura, el agua fría de la playa, y la calidez que recibían el uno del otro. Un momento que podía llamársele “mágico”.

Ellos compartían la grata satisfacción de estar juntos, mientras Aiko aprendía que de las tonterías nacía algo tan bello como el amor.

¿Quién diría que un beso de chocolate inventado nos llevaría a esto?

1 comentario:

  1. Je,je,je
    Cada vez le leo esta historia me entra una cosilla como cosquillas por dentro... ay que tonteria me entra!
    Bueno, creo que ya sabes lo que pienso... de todas tus historias esta es mi favorita... jejeje ¿por qué será?
    Es muy bonita. Te superaste, quizás porque... bueno, ya sabemos por qué.
    Cuidate. Solo queria que supieses que sigo tu blog.
    Besos

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