Mis palabras serán leídas por quienes menos podrán entenderlas...

miércoles, 27 de enero de 2010

Ternura



-Dame la mano, enana.- un castaño de ojos verdes esperaba a su amiga en la rama más alta de un árbol.

-¡No! Yo puedo sola, y si me dices así de nuevo verás que voy a dejarte algo MUY enano. ¿Entiendes pitillo?- refutaba la joven de ojos y cabellos achocolatados. A pesar de su temor a las caídas, quería llegar a la cima por una sencilla razón.

Federico sonreía para sí al mirar como su testaruda amiga no se rendía, eran notorios varios moretones menores en las piernas de María Gabriela, y en sus brazos había un par de raspaduras, sin contar los cayos que debían estar cubriendo sus manos. Pero la muy terca no se rendía.

-Más terca que la envidia, y más fuerte que el odio. ¿Te ayudo, Magie?- decía el castaño casi dejando escapar una sonora carcajada.

-¡Que no!- Magie sabía que sí se dejaba ayudar, él se mofaría al rato.

-Ya van a ser las seis... Anda.- decía Fede intentando que la joven se rindiese y así poder llegar a cumplir su objetivo.

Reconocía que se veía adorable con sus dos coletas algo desordenadas, su fleco impidiendo que pudiese guiarse mejor, las mejillas infladas, con el ceño fruncido y la boquita toda arrugada por la frustración, sí, esos labios adictos al caramelo era lo que más lucía en su cara que hacía notorio su cansancio. Él no podía evitar mirarle de esa manera, debía admitir que era todo un placer estar con ella, porque no había algo que le transmitiese tanta ternura que su pequeña María Gabriela molesta.

Por otro lado, más que molesta, estaba desesperada, le dolían los brazos y las piernas, pero quería llegar a la rama, con él, con SU pitillo. A pesar de las fronteras impuestas por el destino, llamadas “edad” y “mejor amigo de mi hermano”, ella lo quería, y mucho. Tal vez más de lo que debía, no podía decir que le amaba, mas si afirmaba con todo su corazón que estaba obsesionada con su presencia. Porque no había algo que le transmitiese tanta confianza como su sonrisa, su altanera y burlona sonrisa.

Ya estando a punto de llegar, inesperadamente Fede la tomó de la cintura y le ayudó a sentarse, ella no evitó la ayuda, se encontraba exhausta, pero se sentía algo pudorosa ya que siempre tuvo vergüenza del tacto entre las manos de Fede y su cuerpo, sea cual fuese la parte que él tocara.

-¿Cuánto falta?- preguntó sacando una botella de agua de su koala.

-Media hora...- contestó el ojiverde sonriendo pícaramente mientras esperaba lo inevitable... Y pasó, Magie botó todo el agua que estaba a punto de tragar, y debido a la sorpresiva noticia, su traquea no terminó de cerrarse al tragar algo de agua, lo que hizo que se colara un poco del líquido a su sistema respiratorio, ahogándola un poco. Fede reía a mares mientras que su enana lo fusilaba con la mirada.

-¡Idiota! ¡Me apuraste para ver el atardecer faltando media hora para este!- gritaba histérica la castaña; Fede a duras penas asentía invadido por la risa, derramando unas lágrimas. Magie le golpeó varias veces el brazo, refunfuñando y frunciendo la boca, para luego darla la espalda. Fede enternecido le abrazó por atrás desarreglándole el cabello mientras le susurraba cosas al oído.

-No te enojes enana, es que quería que lo viéramos estando descansados de la escalada. Ahora cálmate, porque no te daré tus caramelos...- le susurraba haciendo que la menor se apenara ante el contacto de su aliento con el de su oreja. Al calmarse, la joven volteó cuidadosamente, y exigió sus deseados caramelos. Al tenerlas, abrió desesperada el paquete y las comía cual niña pequeña en una tarde decembrina.

Fede la observaba contento, porque estaba ella, allí con él y con más nadie. Su pequeña enana no notaba como él se iba acercando.

-Enana...- susurró estando cerca de Magie. Esta volteó y abrió los ojos sorpresivamente, sin esperar la cercanía de sus rostros. -¿Recuerdas esa navidad cuando tu hermana buscó un muérdago, lo ató a una caña de pescar y lo posicionó arriba de ambos?- dijo tomándole la mano. Ella asintió algo nerviosa y por sobretodo sonrojada.

¿Cómo olvidar su primer beso en plena navidad? Estaba súper avergonzada, pero no podía evitar sonreír cual tarada enamorada. Fue apenas un roce, algo que él seguro habría olvidado, mas no lo hizo y ese mero gesto ilusionó de sobremanera a la joven castaña.

-Bueno... ¿Sabes? Aún recuerdo cuando...- el se fue acercando al oído de Magie, y ella sentía su corazón latir a millón. -... Casi te sacas un ojo con el muérdago.- y luego se alejó esperando un golpe, mas no lo recibió. Al contrario, su enana sólo miraba abajo algo entristecida, daban ganas de refugiarla de cualquier cosa que estuviese atormentándole. Pero ¿por qué se puso así?

-¿Qué pasa María Gabriela?- preguntó algo preocupado. La joven liberó un suspiro negando con la cabeza. La desilusión se notaba en cada leve gesto de su rostro. Fede subió la vista al horizonte, y notó un ligero anaranjado en el cielo. –María... Mira.- dijo sonriendo. Esta hizo caso y se dio cuenta que ya había comenzado el espectáculo. Sonreía, tratando de olvidar lo anterior. Pero recordó algo...

Flash Back

-¡¿Están locas?!- gritaba Magie sorprendida a sus dos amigas.

-¡Vamos flaca! Debes decírselo, él no merece que le mientas así.- decía Alexa, amiga de la castaña. A su lado estaba una chica algo mayor que las dos, Angela.

-María Gabriela, te gusta desde antes de nacer. Ya es hora de le confieses lo que sientes.- hablaba con un acento español la mayor de las tres.

-Pero ¿cómo?- decía sonrojada la castaña.

-Dile: “¡Me gustas!”- dijeron ambas amigas al unísono.

Fin Flash Back

Su corazón latía rápido, no estaba lista ¿o si? Bueno, era ahora o nunca. Lo había planeado con antelación, logrando formar con indirectas un raro picnic, que consistía ir hacia el bosque a las afueras de la ciudad y subir un árbol de unos cuantos metros para disfrutar del atardecer reflejado en un lago de cristalinas aguas.

-Magie, despierta enana, te pierdes el atardecer...- decía Fede pasando la mano delante del rostro de la joven. Esta despertó de su ensoñación, y tragó saliva apretando las manos nerviosa, sudando y mirando sus piernas lastimadas.

-Oye Fede... Yo... Hay algo que quería decirte desde hace tiempo... Mas no me atreví...- decía Magie en susurros. Fede la miraba nervioso, sabía de los sentimientos de la pequeña, era algo notorio en sus momentos, mas jamás se le atravesó la idea de que esta lo confesase. –Tú... Desde hace tiempo me...- su amigo de repente la calló, besándola de improvisto. Saboreando los restos de caramelo de sus labios rosas. Magie abrió los ojos como platos al sentir como la persona que ella más quería le besaba de tal manera. Un beso tan sencillo, pero lleno de ternura. Ella correspondía tímidamente, sus vírgenes labios temblaban, y su inexperta lengua no se atrevía a adentrarse en la boca de su pitillo. Fede no tardó en comprender que el beso estaría mejor así, sin lengüetazos ni saliva de por medio.

María Gabriela entendió que Federico no se tomaría la molesta de profundizar el beso, y para ella fue más que suficiente, entre más sencillo, mejor. Así era él, sencillo, práctico, especial.

-¿Estás grabándolo todo verdad Alexa?- preguntaba Angela emocionada por lo que veía.

-Todo es poco... Si María se entera, nos mata.- ambas reían maquiavélicamente desde la rama de un árbol bien alto observando como su amiga estaba siendo besada por el chico que le gustaba. –Pero que suertuda, su segundo beso con un atardecer de fondo, saca una foto Angela. ¡De seguro quedará genial!- decía la menor. Ambas sonreían contentas, porque después de tan pésimos momentos amargando la vida de la joven Magie, por fin tendrá una razón para sonreír.

Fede se separó de Magie para respirar un poco, el beso no fue tan demandante, pero sí estuvieron un buen rato con sus labios unidos. Al calmarse un poco, tomó a su acompañante por la nuca y besó su frente para luego abrazarla y admirar el horizonte con ella en sus brazos.

Magie disfrutaba la calidez que el cuerpo de Federico le transmitía, aunque estaba algo confundida, estaba feliz, porque podría ser lo más masoquista que haya podido pensar, pero con sólo estar con él, todo estaba bien.

-Enana...- decía el mayor por lo bajo.

-Dime.- contestó ella sin quitar la vista del cielo, embelesada por el momento.

-Te quiero...- dijo este.

-¿...Molestar?- preguntó ella divertida.

-No, bueno, sí. Ya sabes a lo que me refiero.- terminó de hablar para recostarse en el tronco grueso del árbol, con su enana en brazos.

Porque lo único más tierno que Magie enojada, era Magie semidormida con el carmesí reluciendo en sus mejillas, sus pellizcables mejillas, no, esta vez sólo serían sus “mejillas”.

domingo, 24 de enero de 2010

La diferencia entre él y ellos.



¿Por qué me arde el pecho de esta forma? Ah claro, porque soy una tonta masoquista enamoradiza que se deja herir por hombres sin algún tipo de consideración.

Mi madre tenía razón, los hombres son unos buenos para nada, todos son iguales.


Una joven rubia reposaba sigilosamente recostando su albina espalda en el rústico tronco de un árbol. Intranquila y nerviosa, respiraba lentamente, mas se le notaba cierto problema al inspirar y espirar. Sus temblorosas manos descansaban en su regazo, y en su mejilla eran notorios varios senderos construidos por las lágrimas que minutos atrás había derramado con tanto desespero, también se le veía una marca rojiza en la mejilla izquierda, una bofetada se le había dado a la pobre Alexandra.

Su placer me costará mi juventud... y mi felicidad.

Con paso lento y cuidadoso, un joven pelinegro iba acercándose hasta quedar cerca de la rubia chica, se arrodilló para poder quedar a una altura similar a la de ella. Acariciaba su cabello mientras le llamaba en susurros. Ella abrió sus ojos lentamente, acostumbrándolos a la luz solar, el joven de cabellos castaños notó cierto tono carmesí en los ojos mieles de Alexandra.

-Tom...- dijo la chica, incorporándose un poco.

-Alex... ¿Qué pasó? Tu madre te ha pegado de nuevo ¿cierto?- le preguntó con cariño viendo como Alex estaba a punto de romper en llanto de nuevo.

-Ella... Hace unos días me mandaron a hacer unos estudios de sangre... Porque...- la joven no pudo evitar sollozar. –Estoy embarazada de Lucas, Tom...- soltó la ojimiel tapando su rostro de la vergüenza. A Tom le dolió oír eso, saber que la joven Alexandra, con sólo 16 años tendría un bebé, le diría ‘adiós’ a toda su juventud y deberá madurar en nueve meses para mantener al bebé.

-¿Lucas lo sabe?- preguntó luego de un incómodo momento de silencio.

Sólo fui una aventura de largo plazo para él... Sólo eso...

-Si... Y terminó conmigo... Dijo que todo era mi culpa, que él no se haría responsable de mis errores.- se tiró a llorar en los brazos de su amigo, él la abrazaba con tristeza, sabía que ella necesitaría de un hombro donde llorar. -¡Todos son iguales! Apenas les abro las piernas me botan porque soy poca cosa. Todos los hombres son iguales, debí hacerle caso a mi madre.- se quejaba ella mientras Tom no se dejaba afectar por aquellas palabras.

-Tienes razón, todos somos unos idiotas, no habrá hombre en el mundo que te sepa valorar como te lo mereces, porque somos unos imbéciles.- Alex se abrazaba fuerte a Tom, oírlo insultarse de esa forma era... gracioso. –Todos los hombres nos iremos al infierno por no saber querer a una damita tan bella como tú, pero eso ya ni importa. Debes pensar en el mañana, y en lo que harás con tu hijo, pero es muy reciente, primero debes aceptarlo. Bien, ¿ya lo aceptaste? Perfecto...- decía Tom acariciando la melena rubia de Alexandra mientras esta dejaba de llorar y le miraba.

-Tom... Yo...- trataba de hablar pero su amigo le interrumpía.

-Tú nada, tú debes preocuparte por pañales, vómito, puro ‘wah wah’ de bebé y esa odiosita risa que suena como si tuvieran hipo.- Alexandra reía por las caras que Tom ponía. Él siempre estaba allí cuando a ella le rompían el corazón, y sin contar los numerosos esfuerzos por animarla. Ahora que en su vientre llevaba alguien que dependía de ella, necesitaría de Tom más que nunca, pero sabía que no debía pedirlo porque él estará allí.

Tom sonreía de oreja a oreja al ver que Alex secaba sus lágrimas y dejaba salir una que otra risita. Porque para él no había cosa que más le gustase, la hermosa risa de Alex iluminando su día. Daría lo que fuese por ella, con cada sollozo que ella liberaba con él, fue enamorándolo, lenta y tortuosamente, y de un día a otro tuvo que verse con un gran dilema, el amar a una jovencita cinco años menos que él; un movimiento en falso y en la cárcel lo esperarían con las rejas bien abiertas. Por ello decidió tan sólo conformarse con la amistad de la joven e hiperactiva Alexandra, quien iba de hombre en hombre buscando un corazón en el que pudiera refugiarse.

-Bueno... ¿Y qué será? ¿Hembra? ¿Varoncito? ¿Hermafrodita? ¿Homosexual?- preguntaba Tom poniendo su mano en el vientre de Alex.

-¡Tom!, sólo lleva como dos semanas ahí dentro.- decía Alex divertida. ¿De dónde sacaba su amigo esas preguntas?

-Pues quiero saber... Espera ¿dos semanas? ¿Qué anduviste haciendo hace dos semanas? ¿No estabas de viaje con tus amigas? Así que fue una farsa para andar de cochina con el odioso vecino de Mariana; no sé qué haré contigo Alex. Yo no te crié para eso. ¡Que cosa! Creo me dará algo, seré abuela tan joven.- Tom hacía morisquetas de afeminado con un ataque melodramático, haciendo que Alex riera con ganas.

-Jaja, si, soy una niña mala, me fugo de la casa de mis amigas para hacer travesuras.- decía entre risas.

-¡Aja! Lo confiesas, bueno es un buen paso, vamos bien. Aceptaste ya que eres una cochinita desenfrenada con hormonas llenas de pura adrenalina. Ahora Toñito y yo trabajaremos bien duro para quitarte esa manía sexual tuya, niña puerca.- decía Tom acusadoramente señalando con el dedo a Alex.

-¡Hey! Espera... ¿Quién lluvias es Toñito?- preguntaba Alex algo atontada.

-Pues ¿quién más? ¡Tu hijo! Ya lo tengo todo planeado...- decía maquiavélicamente Tom mientras Alex le miraba divertida por cada disparate que él sacaba.

De repente acarició su vientre, y sonrió...

No todos son iguales... Por lo menos él no es igual al resto... Fui bendecida con un verdadero hombre. ¿Verdad Toñito?

viernes, 22 de enero de 2010

Sutil Aroma Primaveral



Esta necesidad en mi pecho crece cada día sin pudor...


¿Cómo confesarte lo que entierro en mi interior?


Quisiera enfrascar tu aroma en una menuda caja de cristal


Ese sutil aroma que hace de mi día un paraíso primaveral...


Él se acercaba a ella sigilosamente, esperando a que su novia lo sienta llegar, mas ella no mostraba señales de saber que algo se acercaba. Con una pícara sonrisa dio un pequeño beso en el cuello blanquecino de su amada Alicia, acariciando sus antebrazos con la yema de sus dedos. Alicia dio un respingo del susto, y un tanto nerviosa volteó.


-¡Ángel! Me has asustado.- gimoteó la joven.


-Lo siento, pero no pude evitarlo. Te ves graciosa cuando te pones nerviosa, y... Hoy es domingo.- la joven de melena castaña río por lo bajo. -¿Qué?- preguntó Ángel.


-Nada, jeje, sólo que... Me causó risa que aún sigas con esa manía dominical tuya...- decía mientras enrollaba sus dedos con algunos mechones rubios de su novio. Él tomó la mano libre de Alice y rozaba con su pulgar el dorso de esta.


-Lo siento, no puedo evitarlo...- decía mientras le daba un pequeño beso en los labios a la joven que tenía en frente.


-No importa, igual me gusta.- Alicia se volteaba para seguir con lo que había dejado de hacer, el desayuno de ambos.


Ángel aprovechó y se abrazó a ella hundiendo su cabeza en el cuello de Alicia, oliendo su aroma. Ella complacida se dejaba abrazar, a Ángel siempre le gustó que ella usara esa deliciosa colonia a flores, era tan sutil que para olerla bien debía acercarse a su novia. Entre más sentía esa colonia embriagarle, más crecía su necesidad de sentir esa femínea droga en su sistema.


-Estás empezando a... Hacerme cosquillas.- decía Alice entre uno que otro suspiro. Tener a un atractivo hombre pegado a ella de esa forma le ponía los vellos de punta. Su respiración rozaba su piel, mientras entre segundos sentía los labios de Ángel tocarla, no la besaba, sólo eran deliciosos roces.


-Hueles a primavera...- soltó Ángel un tanto apenado. ¿Desde hace cuanto ya quería confesarle eso? Unos tantos meses, cuando ella empezó a usar aquella droga que lo hipnotizó.


-¿A primavera? ¿Y cuándo sude oleré a verano acaso?- reía ella, el comentario le vino a la mente de golpe y lo soltó. Ángel tan sólo río un poco, él revelando lo que por meses calló, y ella saliendo con sus disparates. Pero así le gustaba, ella tenía ese sentido del humor que le cautivó y lo levantó de sus peores momentos bañados en una soledad tremenda, pero llegó ella y poco a poco le enseñó a sonreír de verdad, para luego ir enamorándole en una tortuosa odisea.


-Alicia... Te amo...- susurró besando su cuello. Ella se sonrojó, Ángel era dulce y cariñoso, pero casi nunca le decía eso. Era eso una de las cosas que más le gustaba de él, entre más tiempo pasaba luego del último ‘te amo’, más ansiado y hermoso se volvía el próximo. Ella volteó, y le miró con la cara literalmente roja. Ángel se alunó, la ternura que emanaba Alicia era uno de sus mayores atractivos. La abrazó recostando su cabeza en su pecho, Alicia se iba dejando llevar por los latidos del corazón de su ángel.


-Yo también... Te amo.- confesó ella besando la mejilla masculina recién afeitada. Ángel, sereno mas feliz, tomó el mentón de su novia besándola. Apenas si esperó que ella correspondiera para besarla como sólo ella lo merecía, con una pasión exquisita.


A veces siento que sus labios me gustan más... Que su sutil aroma a primavera.